—Siempre
he deseado que Ramiro nos presentase a su novia, fíjate, que con sus treinta
años eres la primera chica a la que trae a casa. No le digas nada, pero llegué
a pensar que era así, ya sabes, un desviado de esos. No porque sea amanerado,
no, que mi Ramiro tiene muy buena planta y es así muy serio y muy en su sitio,
pero es que como dicen que los hay que no lo parecen…. Y claro, tan elegante
siempre, y tan bien afeitado, y tan peinado, y esos, ya sabes, siempre van de
punta en blanco, y a veces las madres pensamos cosas raras —decía quitándole
importancia a lo que acababa de decir—. Debe ser la edad, que ya me pide ser
abuela —me guiñaba un ojo—. Pero no, mi Ramiro me ha traído a casa una chica
preciosa, no sabes lo contentos que estamos —decía mientras me cogía la mano
entre las suyas y la apretaba en señal de aprobación.
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