miércoles, 23 de julio de 2014

El garaje



Pasé varias veces por delante del portón de entrada de aquel garaje, debía ser grande porque no pasaban demasiados minutos sin que entrase algún coche. La entrada era por una calle y la salida por otra, así que di varias vueltas a la manzana para encontrar el momento adecuado. En cuanto oscureció me quedé mirando un escaparate de una librería que había al lado, y cuando vi un coche que se disponía a entrar me puse alerta. El portón se abrió automáticamente con el mando accionado por el conductor, y el vehículo entró. Antes de que la puerta se cerrase yo ya estaba dentro.
            Tenía tres plantas, con unos sesenta coches en cada una, comunicadas con un ascensor y unas escaleras. Aunque a ratos tenía que esconderme porque entraba o salía alguien fui buscando un sitio adecuado para esconderme. Había un baño por planta, pero supuse que los utilizarían así que no era buena idea. También encontré un espacio vacío en la planta -3 en el que había cuatro bicicletas encadenadas y que no parecía tener mucho uso. Lo malo era que la luz de aquel habitáculo se encendía junto con la de las escaleras, y los ladrillos que la rodeaban estaban puestos a modo de celosía, así que cualquiera podía verme a poco que se asomara.

            Me decidí por un hueco tras un coche con una funda, supuse que su dueño no lo utilizaba demasiado al tenerlo tapado, a un lado del vehículo tenían un pequeño remolque tras el que me metí. Saqué el saco de la mochila, me senté con la espalda pegada a la pared e intenté dormir.


1 comentario:

  1. Una de las tantas escenas bien ilustradas de la novela Andrajos. Uno es capas de vivirlas hasta el punto de llegar a sentir los mismo olores, sabores y el tacto de las cosas.

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