Cumplí los
18, y llegó la hora de ir a la universidad. Me decanté por la informática y me
marché a Alicante. Mi madre me alquiló allí una habitación, y dejamos el piso
de Benidorm, ella ya se había instalado con su novio, y los fines de semana
podía quedarme con ellos.
El tipo
vivía en un piso enorme con todo tipo de comodidades, y mi madre estaba
encantada. Eso cambió con el tiempo, en mis visitas empecé a encontrarla más
demacrada y ojerosa. Había veces que me recibía en bata y sin arreglar, eso no
era propio de ella, siempre iba peinada y maquillada como una diva —se
entristeció al recordar.
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